Bajo la creciente presión tanto de demócratas como de republicanos, el fiscal general de Estados Unidos, Jeff Sessions, se puso al margen de cualquier investigación sobre la presunta interferencia de Rusia en las elecciones presidenciales de 2016.
Sus actos ocurren tras las revelaciones de que Sessions se encontró dos veces con el embajador ruso en Estados Unidos, Sergey Kislyak, y no informó de ello durante su audiencia ante el Senado.
El secretario de Justicia, quien durante mucho tiempo fue senador, dijo que no hizo nada malo cuando no reveló su encuentro el año pasado con el embajador ruso.
El funcionario argumentó que las reuniones fueron en su calidad de senador y no como parte de su rol en la campaña.
“Me he recusado en los asuntos que tengan que ver con la campaña de Trump”, dijo a periodistas Sessions en una improvisada rueda de prensa, que siguió a llamados de varios de sus compañeros republicanos para que tomara esa medida.
Por su parte, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aseguró que tiene “total confianza” en el fiscal general del país. Y rechazó que Sessions deba apartarse de las investigaciones sobre el papel ruso en las elecciones.
La controversia resurge en momentos en que Trump y los republicanos, que controlan el Congreso, tratan de dejar atrás los tropiezos del inicio del mandato para enfocarse en cambios políticos importantes.