Nuestro sol puede no parecer tan enigmático como otras estrellas más exóticas y lejanas, pero aun así es un maravillosamente misterioso miasma de plasma incandescente. Y es sin duda digno de nuestra atención científica.
Un evento solar violento podría interrumpir los satélites y causar pérdidas por dos millones de dólares en daños y perjuicios solamente en EE.UU. Sin embargo, a pesar de vivir en su atmósfera, no entendemos algunos de los fenómenos que lo definen. Durante sesenta años, no hemos comprendido por qué la superficie tiene una temperatura de 5.500 grados centígrados, mientras que el halo llamado corona cuenta con una chisporroteante temperatura de 1-2 millones de grados centígrados.
La NASA necesita volar un poco más cerca del sol, y tocarlo.
Sabemos que la reconexión magnética (cuando las líneas del campo magnético se mueven en direcciones opuestas, se entrelazan y encajan a presión como bandas de caucho), propulsa ondas de energía como armas nucleares lejos de la superficie. Mientras tanto, las ondas magnetohidrodinámicas transfieren energía de la superficie a la corona. Sin embargo, sin más datos, nuestra comprensión de fenómenos como el calentamiento de la corona y la aceleración del viento solar permanecen en gran medida teóricas… pero no por mucho tiempo.
En 2018 la NASA lanzará la sonda Solar Probe Plus que viajará casi siete años, estableciendo un nuevo récord para el objeto que se mueve más rápido, hasta llegar a 37,6 millones de kilómetros más cerca del Sol que ninguna otra nave que haya estudiado nuestra estrella madre. Pero ¿qué clase de equipo puede uno llevar al infierno de Dante?
La ingeniera en sistemas de naves espeaciales María Kae Lockwood le dijo a PopSci que la nave se basará en cuatro instrumentos principales. Los sistemas de viento solares Electrones Alfas y sistemas de protones (o SWEAP), seguirá de cerca los cargos creados por colisión con electrones, protones e iones de helio para analizar los vientos solares, noventa veces más cerca del Sol que los intentos anteriores. Del mismo modo, el ISIS (Integrated Science Investigation of the Sun) emplea un sistema de detección de última generación para analizar las partículas energéticas.
El sensor FIELDS, por su parte, analizará los campos eléctricos y magnéticos, las emisiones de radio y las ondas de choque, mientras recopila información sobre las partículas de polvo de alta velocidad en la nave usando una técnica descubierta por accidente. Por último, el procesador de imágenes de campo amplio Solar Probe, o el telescopio WISPR, tomarán imágenes 3D del viento solar y la atmósfera del sol.
Sólo hay un problema. Entre el intenso calor, la radiación solar, las partículas de alta energía, las secuelas de las tormentas solares, el polvo y las oportunidades de comunicación limitadas en su máxima aproximación, todo ese equipo sensible va hacia un entorno sumamente complicado.
Sin embargo, esto viene con interesantes desafíos de diseño, ya que no sólo está yendo hacia el sol” dice el ingeniero mecánico Bet Congdon, “Se calienta al acercarse, y luego, al alejarse se enfría”, una y otra vez durante 7 sobrevuelos y 24 órbitas. “Es necesario sobrevivir cíclicamente a temperaturas calientes y frías.” Y partículas de alta energía. Y al polvo de hipervelocidad. Por eso, es necesario un escudo térmico “diferente de cualquier otro protector de calor que haya existido jamás.”