Fotografiarse como un muerto junto al capó de un coche manchado de sangre simulada, con un hacha en el cuello cubierto de carne cruda o colgando de una cuerda con la boca abierta, como un ahorcado. Y después publicarlo en las redes sociales.
Esta es la macabra propuesta del sudafricano Karabo Mnisi, de 18 años, que, desde los primeros días del año, sacude las redes sociales para disfrute de algunos y espanto de otros y que se ha convertido en un fenómeno viral que agita las redes por todo el mundo.
La polémica campaña “Dead Pose Challenge” (el reto de la pose del muerto) comenzó en la página de Facebook de Mnisi, donde este estudiante de instituto de Pretoria animó a sus amigos y seguidores a que le enviaran fotos posando como si estuvieran muertos siguiendo su propio ejemplo.
De todo el material que recibía, Mnisi publicaba las fotos que consideraba más logradas, pero miles de usuarios denunciaron la brutalidad de algunas y el joven -entrevistado por decenas de medios y convertido en una estrella- tuvo que retirar las más realistas para que no le suspendieran su cuenta.
La bola de nieve se ha hecho grande y el “Dead Pose Challenge” se ha convertido en un fenómeno nacional que ha traspasado también las fronteras de Sudáfrica y que goza de vida propia al margen de su creador.
El éxito redobló también las críticas. Además de ser tachado de bárbaro e insensible, Mnisi ha sido acusado de “satanismo” en su país, donde cada vez más voces dentro y fuera de las redes le recriminan haber tenido semejante idea.
Los partidarios de Mnisi y quienes participan en el “Dead Pose Challenge” son por lo general de su edad, aunque también hay adultos de más edad que incluso hacen aparecer a niños en las foto.
Decidí hacerlo porque me pareció divertido hacerme el muerto y hacerme una foto. Pensé que podía mandar la mejor foto, la más original y graciosa, con un niño pequeño participando en el reto”, explica el responsable de una de las poses más populares, Obakeng Bruno.
Es una moda ridícula y estúpida que puede ofender a la gente”, asegura Tlhokomelo Setlhako, empleada de banca de 32 años.
Sudáfrica no se merece internet”, ha escrito con sorna el servicio de noticias Eyewitness News para condenar el fenómeno, en el que algunos ven un signo de una “sociedad enferma”.